Después de un cuarto de siglo

                   

Durante largo tiempo
sembré pasos en la tierra
para alcanzar una edad de metal
y brindar con poesías
este mano a mano con la vida.

Después de un cuarto de siglo
de camino, angustia y resistencia
despierto con la misma pesadilla,
la misma sombra en los talones,
la misma mirada de aquel día
porque cuando nací mataron a un tirano.
Su sangre derramada
se extendió por tierra muerta y estéril
en el lado oscuro de la existencia.
Un cuarto de siglo
pintando de azul los caminos,
desangrándome palomas en la garganta,
labrando mis manos a fuego lento
en una adolescencia de sudor y espera.

Sigo con la pesadilla de aquel tiempo:
La camisa humedecida
por el coraje de doblegar el día
hasta verlo de rodillas frente a mí.
Es cuando pienso en ella: joven enigma
que asumirá la misma pesadilla,
además de algunos versos que hablan de sus dones
y con pies de mujer y pecho de ave
llenará el horizonte de palomas
ella, que ha tocado las puertas tantas veces
(no sabe que permanece abierta
desde que mi sombra quebró en llanto en la distancia)
retornará conmigo a la infancia
a buscar la ingenuidad de la sonrisa,
traviesas pisadas, extraviado regocijo,
a buscar el origen de la vida
dejado en el polvo del camino
como broche de soldado en la batalla.
Aceptará crecer en un solo cuerpo
con su rostro y el mío, su amor y mi rebeldía
porque cuando nací mataron a un tirano
de caries en la palabra
con uniforme de payaso y semblante de cadáver
mataron a un tirano.

Veinticinco años de piedra y salitre
de búsqueda y espera
en un sendero machacado de voces infantiles
como un juguete roto…
y una tarde de meditación y misterio
una voz a mi oído dijo:
– La vida es frágil como la rama seca
se quiebra y vuelve astillas
en el centro de la tierra.

Escuché aquella voz crecida de un abismo
y desde entonces
avanzo vertical con la vista al frente
y del tiempo preferí la prisa
del camino su altura y firmeza
a mi cuerpo solo pedí resistencia
resistir zarpazos crecidos como el río:
largo, sin terminar…

Ahora, que el otoño lanza maduras hojas al viento,
yo, 5,8 de estatura, sonrisa leve, corazón de isla
me declaro contra la ley.
Ella no tiene escrúpulos ni madre que la ampare,
además, me hace hipócrita y perverso.

Hoy solo creo en el capullo que aroma el sendero
creciendo de cara al viento y a mis ojos,
el que con alegría
trae abejas en el centro de sus pétalos,
solo creo en lo que siempre debí creer…
porque tengo la infancia
cabalgando en rostros ajenos
y llevo la vida colgada de un llanto,
llanto de incertidumbre y de inocencia,
llanto que crece adulto
soñando nostalgias…
sueña, cae y siempre se levanta.

Hoy tengo la frente ocupada por la luz,
llevo aves planeadoras de tormentas,
tengo y llevo angustias tímidas en la garganta
y mis manos sudorosas
vacilan siempre al tocar la puerta.
Los días son martillos de plomo
caídos sobre la cabeza,
cortinas que delatan el calor de la mañana.

Hoy, llevo y tengo mis pasos atados a un pregón
que madruga descalzo sobre el polvo y la aurora
donde se levantan pequeños cantores,
descalzos cantores, pero siempre… siempre cantores.

1986