Johnny, Wilfrido y Juan Luis: herederos del merengue de denuncia

 

En el merengue, ritmo de la República Dominicana, generalmente se relata de manera llana, las más diversas situaciones de la vida cotidiana de los sectores populares (pícaras, jocosas, sociopolíticas, festivas, de aflicción, …). En una primera etapa su abordaje giraba en torno al ámbito rural, luego, sobre la vida urbana, sobre todo después del derrocamiento de la dictadura en 1961, el aceleramiento de las migraciones a los centros urbanos y la aparición en escena de artistas como Johnny Ventura, desarrollado en el centro de la ciudad capital.

Respecto a la vertiente con énfasis en aspectos sociopolíticos, se puede afirmar que ha estado presente desde antes del surgimiento mismo de este bailable ritmo. Por ejemplo, el músico Gabino Puello recorría los pueblos del Sur del país durante la ocupación haitiana (1822-1844) promoviendo la idea de la separación, nos dice Rodríguez Demorizi (1). A mediados de la década del 70 del siglo XIX hubo merengues populares con una especie de crónicas de acontecimientos revolucionarios y de la vida política de la nación.

En cuanto a esta temática social de denuncia o sentimiento patriótico, Flérida de Nolasco (2) nos dice que “Durante la guerra de la restauración de la República (1860-1863) se compusieron varios cantos bélicos, de fervoroso patriotismo, verdaderos himnos a la libertad”. Más adelante agrega: “En cuanto a la música anónima, autóctona, el periodo abundó en coplas cantadas con aires de merengue y mangulina para celebrar la retirada de los españoles:

Muchachos, bailemos
Que España se va
Con su clarinete…
Y no volverá”.

Asimismo, De Nolasco añade que también se cantó para lamentar la salida de los españoles, como resultado de la confrontación armada. Desde luego, hay que convenir que el canto, como acto de discurso, proyecta la visión del mundo que tiene la persona que lo ha creado, sus sentimientos e intereses en la vida:

Se fueron los españoles…
¡Cosa buena nunca dura!
Y quedaron los azuanos
Registrando la basura.

Como se sabe, entrado el siglo XX, el merengue también sirvió para relatar episodios de las luchas montoneras en esos convulsos años de las dos primeras décadas o sencillamente para exaltar la figura de algún caudillo. De igual manera, el merengue sirvió como medio para expresar el descontento ante la ocupación norteamericana entre 1916-1924. En este sentido, José Guerrero nos dice que “Diversos músicos compusieron piezas en contra de la primera intervención norteamericana y el maestro Julio Arzeno, quien publica el primer libro sobre música folklórica en Santo Domingo, llegó a ser encarcelado” (3).

Luego, durante la primera campaña política de Rafael Leónidas Trujillo, conocedor de la idiosincrasia de buena parte de la población, se utilizó el merengue como reclamo electoral. Más aún, durante la tiranía que encabezara, 1930-1961, la música nacional debía oscilar entre el erotismo y la alabanza política afirma José Luis Sáez (4). Así lo expresa Rafael Chaljub Mejía (5): “Trujillo era un hombre implacable y despiadado, pero tenía a la vez la suficiente astucia para darse cuenta de que el poder tiránico se ejerce y se mantiene con el sable de la fuerza bruta y también con la manipulación de los sentimientos y la conciencia de la gente”. Se trata de un culto a la persona, llevado a su grado máximo por los dictadores. En el caso dominicano Luis Manuel Brito (6) apunta que una antología de música de loas al dictador recoge 300 merengues “dedicados a su obra, su familia, su gobierno, su persona”. En las esferas de poder saben que incidiendo en la mente de las personas también se incide en sus actos. Es una especie de control de la memoria social ejercido sobre las colectividades humanas, para que no se centren en los aspectos negativos del poder ejercido sobre ellos y no lo cuestionen. O sea, se busca incidir en la memoria social que incluye las percepciones y creencias compartidas en una comunidad.

Después de la Revolución de 1965, aplastada por la invasión norteamericana, la confrontación se desplazó a otro plano. Por un lado, hubo persecución a los dirigentes revolucionarios y la juventud en general y, por otro lado, la izquierda trataba de mantener el espíritu revolucionario a través de focos de resistencia urbana. Para comprender mejor, Alejandro Paulino (7) apunta que entre 1966 y 1974 más de 3,000 personas perdieron la vida en actos de violencia.

En ese contexto, el ritmo contagioso del merengue sirvió de soporte de textos que cuestionaban la situación de represión vivida. En fin, durante el siglo XX la lista de canciones en este ritmo es larga. Baste como muestra las siguientes, grabadas por artistas con gran difusión: Llena el morrito, Emilio A. Morel; La Tetera, Luis Kalaff; Siña Juanica, La Miseria, Félix López Kemp; En qué parará, orquesta de Rafael Solano; Cualquiera va, orquesta de Félix del Rosario; No me empuje, Tira pulla, tira pulla, Cuco Valoy, quien ya durante la invasión norteamericana de 1965 había grabado Páginas gloriosas, a ritmo de son; La política, Los Kenton; La tuerca, Fernando Villalona, Luis Kalaff; La ley del embudo, orquesta de Luis Ovalles; Chepe, El Gran Comprés. Veamos un fragmento de Llena el morrito, escrito y difundido a mediados de los años 20, en el cual se evidencia las malas prácticas en la gestión de gobierno como el clientelismo, la corrupción y tomar la vida fácil.

“La política se ha puesto
que es una calamidad;
el que quiere un empleíto
se tiene que arrodillar.
La vergüenza se ha perdido,
nadie quiere trabajar,
sino vivir de la teta
de la vaca nacional”.

Desde luego, son abundantes las producciones de merengue con contenido sociopolítico, por ejemplo, una parte de los creados para los festivales de merengue a finales de los años 60 y principios de la década siguiente. Pongamos el caso del Festival del Merengue de 1970, del cual se generó un LP con temas que, aunque estaban bien hechos, no calaron en el gusto popular, pues tenían un corte musical muy tradicional en una época en la que ya Johnny Ventura revolucionaba ese ritmo. Ahora bien, las tres más grandes figuras del merengue después del derrocamiento de la dictadura en 1961, han sido las más constante con su canto ante la situación política y social del país. Johnny Ventura, Wilfrido Vargas y Juan Luis Guerra son portadores de una amplia producción de merengue. En la mayoría de las ocasiones, el contenido de sus letras ha sido opacado por el contagio rítmico de la música bailable, un rasgo esencial en el Caribe.

En el caso de Johnny Ventura, quien ha impactado con su música durante seis décadas, sobre todo, en dos de las más convulsa del siglo XX en la República Dominicana, los años 60 y 70, y quien ha sabido mantener su principalía en el escenario musical, grabó una serie de temas, no todos de su autoría, de carácter sociopolíticos, entre ellos: El Tabaco es fuerte, lanzado en el contexto dominado por el gobierno represivo de los años 70; Mamá Tingó, en el mismo contexto, tema en honor a una mártir campesina de la lucha por la tierra; El carbonero, en el que se describe las penurias de ese vendedor que marcó las mañanas de los centros urbanos en épocas pasadas; Petróleo, grabado ante la crisis en América Latina generada por los altos precios del petróleo; Vengo con un pique, en el que describe la miseria reinante en los bateyes; La proclama, una especie de burla a la perorata de los candidatos políticos y sus retahílas de promesas en los torneos electorales. Johnny se ha mantenido activo como militante de partido político, incluso, llegó a ser diputado y alcalde. En 1974 se presentó en el evento artístico 7 Días con el Pueblo, que buscaba la libertad de los presos políticos. Veamos un fragmento de Mamá Tingó, canción escrita por Yaqui Núñez del Risco. En ella se proclama el derecho a la tierra para los campesinos y se invita a seguir el ejemplo de defensa de ese derecho como lo hizo esta mujer del campo: ¡Que viva Mamá Tingó!

«Avísenle a la comadre
que murió Mamá Tingó
y que el pueblo está diciendo
que viva Mamá Tingó
Han matado a Mamá Tingó
defendiendo su propiedad
Han matado a Mamá Tingó
defendiendo su propiedad
que nadie descanse en paz
que viva Mamá Tingó”.

La segunda figura, Wilfrido Vargas, es un merenguero que irrumpió durante los años 70 revolucionando este ritmo caribeño. Desde sus inicios grabó temas de contenido sociopolíticos. Como muestra de lo dicho están los siguientes temas: Eso ya viene por ahí, canción en la que se alude a mantener la esperanza del cambio social que está cada vez más cerca; Mi campesino, narra las penurias de la vida campesina y los engaños que ha sufrido esta gente; El candidato, como en el merengue de Johnny Ventura La proclama o en El discurso, grabado junto a Freddy Beras Goico, se critica la demagogia de los candidatos en una democracia que solo beneficia a unos pocos; El comandante, exalta la figura de Francisco Alberto Caamaño, líder de la Revolución de 1965 y guerrillero en 1973, cuando lo ejecutaron; A Orlando, en honor al periodista militante de la izquierda, asesinado por cuestionar al régimen represivo a mediados de los años 70; La yola, narra el drama de la emigración de gente empobrecida que se lanza al mar en frágiles embarcaciones con destino a Puerto Rico, en busca de una mejor vida; El funcionario, en esta canción se pone en evidencia la corrupción con el desfalco de los fondos públicos por parte del funcionariado y el nepotismo como vicio del ejercicio del poder para beneficio particular:

“Había una vez un funcionario
El presidente lo nombró de Secretario
De Secretario en una empresa del Estado
Ya su tarea hábilmente ha comenzado
Llegaban 4, 5, 6, 7 problemas
Y el Secretario resolviendo esos problemas
Pero de pronto pensó en el poco tiempo
que le quedaba como Secretario
Y su propio problema nadie lo sabía
(coro: tenía más líos que Anthony Ríos)
Y comenzó coge aquí, coge allá, coge allá, coge aquí,
coge aquí, coge allá”.

La tercera figura, Juan Luis Guerra, ha sido, sin dudas, el merenguero más constante en la denuncia social en las últimas décadas en la República Dominicana. Lo interesante es que lo ha hecho a ritmo de merengue, rock, salsa y son. Desde el inicio de su carrera su producción discográfica ha estado marcada por temas que cuestionan el ejercicio del poder y las condiciones de vida de la mayoría de la gente. Para ilustrar lo dicho, tenemos las siguientes canciones: Visa para un sueño, con aliento poético narra las vicisitudes de los que ven como opción de mejoría de vida emigrar hacia Estados Unidos o algún país europeo; Ojalá que llueva café, con este tema se pone en el tapete el abandono del campo por parte de los gobiernos y el deseo de que las condiciones de producción cambien para bien y mejore la vida en el ámbito rural; Si saliera petróleo, a ritmo de salsa, expresa la situación de pobreza de su país; El costo de la vida, inflación, desempleo, corrupción, indiferencia de los gobiernos, en definitiva ineficacia de la autoridades para resolver problemas; El Niágara en bicicleta, cuenta el abandono y la precariedad de los servicios públicos, en especial el de salud, la indefensión de la ciudadanía y la corrupción imperante; Los mangos bajitos, actualización de una décima del más destacado poeta popular, cuestiona la vida fácil sin trabajar; La calle, a ritmo de rock, con Juanes; en La guagua, a ritmo de son fusionado, vuelve a tomar el tema de la demagogia de los políticos gobernantes, al no ver la vida buena, el desarrollo prometido; y No tiene madre, tema que denuncia el discurso del poder desde un trasfondo ético-religioso. Pero veamos ahora un fragmento del texto de Visa para un sueño:

“Eran las cinco ‘e la mañana
un seminarista, un obrero
con mil papeles de solvencia
que no les dan pa’ ser sinceros.

Eran las siete ‘e la mañana
y uno por uno al matadero
pues cada cual tiene su precio
buscando visa para un sueño

El sol quemándoles la entraña
un formulario de consuelo
con una foto dos por cuatro
que se derrite en el silencio.
Eran las nueve ‘e la mañana
santo domingo, ocho de enero
con la paciencia que se acaba
pues ya no hay visa para un sueño”.

Ahora bien, el siguiente tema es uno de los más contundentes, el cual expresa la decepción y el hastío ante el reiterado engaño y burla de los políticos que después que llegan al poder, no son coherentes con sus propuestas de campaña. Entonces, surge la decepción, la idea de dejarlo todo: “Apaga y vámonos”, porque no hay salida, pero la fe puede alimentar la esperanza. Veamos el texto en cuestión:

“Ay, ay, cariño,
La cosa que yo estoy viendo cómo la explico.
Ay, ay, cariño,
Apaga y vámonos que es lo mismo.
Ay, ay, cariño,
¿Qué hacemos con la sordera y con el cinismo?
Ay, ay, cariño
Apaga y vámonos que es lo mismo».

Y más adelante remata el cantautor con una estrofa en la que pone en evidencia la demagogia del discurso político que no se corresponde con el ejercicio del poder con justicia, entonces viene la decepción:

«¡Lo mismo otra vez!
La misma promesa, el mismo CD.
La misma mentira y el mismo café.
El mismo discurso y el mismo cliché.
La historia recicla, nos queda la fe.
Apaga y vámonos
Que yo no sé,
Los hombres buenos dónde se ven”.

En definitiva, en un ritmo como el merengue, tan contagioso y bailable, de alguna manera ante el público que festeja y baila se relativiza el poder de la denuncia social y política. Sin embargo, artistas como Johnny Ventura, Wilfrido Vargas y Juan Luis Guerra, por su calidad y popularidad, han logrado que sus creaciones no pasen desapercibidas ante la población. Claro que las nuevas generaciones prefieren y se identifican con otros ritmos, sobre todos los llamados géneros urbanos. Como es lógico el contexto social y político ha cambiado, con nuevas sensibilidades y maneras de expresión, sobre todo en los más jóvenes.

Notas:

  1. Rodríguez Demorizi, Emilio, 1971: Música y baile en Santo Domingo. Colección Pensamiento Dominicano, Librería Hispaniola, Editores; Santo Domingo.
  2. De Nolasco, Flérida, 1982: Vibraciones en el tiempo. Días de la colonia. Sociedad Dominicana de Bibliófilo, Inc. Editora Corripio, Santo Domingo.
  3. Guerrero, José G.: Boletín del Museo del Hombre Dominicano. Año XXVII. Núm. 28 – 2000. Santo Domingo.
  4. Sáez, José Luis, S.J., 1997: Apuntes para la historia de la cultura dominicana. Centro de Estudios Sociales Padre Juan Montalvo, S.J., Santo Domingo.
  5. Chaljub Mejía, Rafael, 2002: Antes de que te vayas… Trayectoria del Merengue Folclórico. Colección Centenario, Grupo León Jimenes. Santo Domingo.
  6. Brito Ureña, Luis Manuel, 1997: El merengue y la realidad existencial de los dominicanos. Bachata y Nueva Canción. Unigraf, Santo Domingo.
  7. Paulino Ramos, Alejandro, 2014: Los 12 años y los siete días, en Memoria de la cayena. A cuarenta años de 7 días con el pueblo. Editora Nacional. Ministerio de Cultura, Santo Domingo.